10 Aug
10Aug



Pedro Sánchez Castejón es ya, a los dos meses de haber llegado a La Moncloa, el peor, el más nefasto y, sin duda, más incendiario de todos los Presidentes del periodo constitucional.


 

Este artículo va dedicado a la buena gente socialista que conozco. Algunos de ellos se alegraron bastante de que un “joven” (así se ve él al menos) político sin pasado fuera capaz de desbancar al decrépito Mariano Rajoy, cuya apatía y vagancia no consiguieron más que profundizar y enrarecer aún más la crisis política que se fraguaba cuando ganó las elecciones por primera vez. Ya me he ocupado de este personaje anodino y de su decadente partido (que hoy parece pedir una nueva oportunidad) en repetidas ocasiones; no soy por tanto sospechoso de simpatizar con quienes han desperdiciado una oportunidad de oro de convertirse en el partido de la decencia y de la defensa de las clases medias.

 

Pero una cosa es la pereza imperdonable, la indolencia ofensiva del registrador de la propiedad Rajoy y otra muy diferente la prepotencia suicida de un tipo mediocre que está encantado de conocerse y juega a ser Primer Ministro de una nación que ignora tanto como desprecia.

 

Amigos socialistas, siento decirlo pero Sánchez es peor, es mucho peor que Rajoy, que Aznar, que Felipe González (un estadista, a su lado), que Calvo Sotelo, que Suárez y hasta es peor que su inane maestro: JLR Zapatero.

 

Y lo es porque mientras sus antecesores podían cometer algunos errores, alternar traiciones con gestos heroicos o simplemente no conseguir sus objetivos – fueran estos mejores o peores – el pivot Sánchez no ha dejado de hacer daño desde el primer minuto en que con esa engolada voz tomó posesión prometiendo que sólo se quedaba un tiempo prudencial, el justo para convocar elecciones.

 

Conozco muchas personas que votan PSOE en Castilla, en Canarias, en Madrid y aquí en Cataluña. Suele ser gente currante, del barrio Garrido, de Leganés, de La Orotava, de Hospitalet, de Cornellà. Gente que se levanta cada día para ir a dar el callo por un salario cada vez más depauperado. Sienten ese orgullo de clase que les lleva a pelear por sus derechos desde una perspectiva de izquierdas, pero leal, patriótica y noble. Y votan al PSOE porque piensan que es el partido que representa a su clase mejor que los demás. Aunque saben que muchas veces les ha traicionado, no se ven a sí mismos introduciendo la papeleta con otro logo que el del puño y la rosa.

 

Pero Pedro Sánchez no está defendiendo a la clase trabajadora, simplemente está fomentando el odio entre trabajadores de diferente procedencia sin preocuparse ni un ápice por solucionar las graves amenazas que penden sobre nuestra sociedad: quiebra del estado de bienestar, insostenibilidad del sistema de pensiones y destrucción del Estado de derecho democrático.


(continuará)

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