Hoy vamos a celebrar una de las últimas Fiestas de la Hispanidad, si las cosas no cambian. En el Gobierno de Madrid se ha instalado un hombre que ha asistido impasible a un flagrante atentado contra la integridad del Estado y ahora se va a dejar chantajear.
Una vez proclamada la independencia por el presidente regional sublevado lo único que procedía era una respuesta enérgica y taxativa demostrando que el Estado es quien tiene la fuerza para imponer la Ley. Sin embargo Rajoy le ha preguntado al golpista Puigdemont si realmente ha procalamado la independencia. Naturalmente, la respuesta que va a obtener será lo suficientemente enrevesada, ladina e interpretable como para que quede cuestionada la aplicación del artículo 155 y de todo lo que debería venir con él.
Eso sí, les ha faltado tiempo a nuestros indignos representantes para abrir la puerta a una reforma Constituicional de la que sólo sabemos dos cosas: que se hará de espaldas a la ciudadanía y que dará más privilegios no a Cataluña sino a los partidos nacionalistas de toda España. Esto lo habíamos advertido aquí y se ha cumplido.
La Reforma es el señuelo con el que el PP se ha asegurado el apoyo del PSOE y con el que el PSOE-PSC consiguió in extremis modular la charlotada de Puigdemont el lunes en el parlamento regional. Mientras un millón de personas gritábamos en las calles contra el Golpe, ellos ya estaban vendiendo la Nación a la banda totalitaria del tres por ciento.