PANFLETO CONTRA LAS DEFENSAS DE ESPAÑA (PROLOGO)

Defender España supone antes que nada entender España como problema. Por eso nos parecen estérlies algunas defensas que observamos que se limitan a manejar conceptos arquetípicos o lugares comunes aleatoriamente escogidos de la economía, la diplomacia o la contabilidad sin ningún tipo de ordenación discursiva. No se pretende por tanto atacar a los que bienintencionadamente están intentando aportar argumentos en la defensa de nuestro modelo de convivencia sino más bien cuestionar "las defensas" como conjunto de argumentos desestructurados que deberían ser abandonados por una auténtica defensa sólida y rigurosa de la Unidad de la Nación.


El Referéndum ilegal convocado por el Parlamento regional de Catalunya tiene por objeto desafiar a las instituciones españolas, anular de facto la Constitución y, en último término y sea cual sea el resultado, desembocar en la desmembración irreversible de nuestra Nación.

Que nadie se engañe: no se trata de un sondeo, de una inocente consulta democrática. Si el Referéndum se lleva a cabo querrá decir que el Gobierno que representa a los españoles no ha sido capaz de aplicar la ley para evitarlo y Cataluña será antes o después un Estado independiente en el concierto internacional.


Ante esta amenaza, es sabido que la estrategia del Ejecutivo ha sido escudarse en el poder judicial para evitar tener que tomar las decisiones que serían precisas tales como la suspensión parcial de la Autonomía y el procesamiento de los cabecillas de esta rebelión. No criticaremos esta actitud que se descalifica por sí misma y que la historia se encargará de poner en su lugar. 


La crítica que pretendo abordar, entendiéndose crítica como análisis racional y ordenado de la realidad, es la de aquellas buenas gentes que, de diversas maneras, se están sublevando contra los planes secesionistas dentro y fuera de Catalunya. Y lo pretendo hacer porque creo que no se está planteando la oposición de manera adecuada y se está echando a perder un precioso potencial político que necesitamos si queremos salvar la democracia de la que hemos disfrutado estos años.


Nos equivocamos, nos estamos equivocando en las tertulias callejeras y radiofónicas, en las redes sociales, en los deportes, en los grupos de amigos, en los diarios y en las elecciones… Lo estamos haciendo muy mal y el enemigo lo está haciendo muy bien porque tiene un plan muy claro y sabe perfectamente cómo llegar a su destino mientras nosotros nos confiamos en que llevamos la razón y que la democracia vencerá como no puede ser de otra manera.


Llevo años analizando las reacciones de la gente y las mías propias y viendo cómo el proceso rupturista avanza de manera lenta pero implacable y creo haber llegado a identificar una serie de errores que estamos cometiendo y sobre los que debemos reflexionar seriamente si no queremos quedar cómo los perdedores de la más absurda disputa de la Historia.


Sin más, iré desgranando uno a uno estos errores en las siguientes entregas esperando despertar la discusión y animar y dotar de contenido al discurso constitucionalista que la mayoría de nosotros defendemos ( doy por hecho que el separatista no leerá tan extenso panfleto ya que para nada pretendo atacar sus posiciones sino más bien reforzar las propias).


  1. EL ERROR DE LA PREPOTENCIA
  2. EL ERROR DE LA DESFIGURACION
  3. EL ERROR DE LA CORRUPCION
  4. EL ERROR ESTADISTICO
  5. EL ERROR ECONOMICISTA
  6. EL ERROR COMERCIAL
  7. EL ERROR EUROPEISTA
  8. EL ERROR BUENISTA
  9. EL ERROR NOMINALISTA
  10. EL ERROR DERROTISTA



Juan Armuñés.

Catalunya, septiembre 2017.





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PANFLETO CONTRA LAS DEFENSAS DE ESPAÑA (I) EL ERROR DE LA PREPOTENCIA

En este error caen los que escuchan una y otra vez que:


 “... el Referéndum no se celebrará porque no van a atreverse a saltarse las leyes…” o que “...el procès morirá por sí mismo..”.


Son frases muy propias de políticos voluntaristas como los nuestros, que consideran que si uno elimina mentalmente un escenario, éste deja de ser posible inmediatamente. 


Ciertamente, las cosas están muy difíciles a nivel legal para los golpistas catalanes, que se enfrentan a numerosos obstáculos y posibles (cuidado, digo posibles) sanciones y multas. Algunos altos cargos se han retirado de la primera línea por miedo a ver menguado su patrimonio si fracasa el golpe de estado. Pero inmediatamente han sido reemplazados por otros más firmes en sus convicciones que están dispuestos a llegar a donde sea; bien por gallardía o por tener las espaldas mejor cubiertas.


El separatismo no nació con Artur Mas. Sus orígenes están en un sector del carlismo, que tras llevar a nuestro país a tres guerras civiles y perderlas, transformó su discurso en un idealismo reaccionario-localista imbuido de fanatismo religioso promovido por sectores ultramontanos del clero rural. Tras la guerra civil, el discurso nacionalista quedó pulverizado ya que la población, exausta de las penurias del periodo revolucionario, comprobó cómo el nuevo régimen continuó garantizando el crecimiento industrial de la región a cambio de dejar apartadas a un segundo plano las peculiaridades folklóricas.


Es la nueva clase política surgida de la llamada Transición la que abre de nuevo las puertas de par en par al neocaciquismo nacionalista cuya semilla había quedado al cuidado de los monjes del monsasterio de Montserrat y de algunas familias de la burguesía decadente de Barcelona. El estado autonómico fue concebido como un bálsamo federal que curaría el mal nacionalista. El pacto era sencillo: Madrid cedía el control de la finca catalana a la aparentemente dócil oligarquía convergente a cambio de cheques en blanco para facilitar la alternancia de partidos en La Moncloa. 


Naturalmente, los ingenieros filopujolistas jamás lo vieron de esa manera y supieron tejer con paciencia la matriz sobre la que se levantaría durante tres generaciones sucesivas la ilusión de un nou país cuya conclusión no podía ser otra que obtener el privilegio máximo: la emancipación, la transformación de los caciques en emperadores de un vasto territorio mediterráneo.


Esta operación, por tanto, no se ha fraguado en dos tardes o para salir al paso de una crisis económica aunque se haya servido de la misma para propulsar su estampida final. Se trata de una maniobra perfectamente planificada con todo un aparato institucional puesto a su disposición por los sucesivos Gobiernos centrales tanto de derecha e izquierda.


No es extraño tampoco que los responsables de este desaguisado, los políticos irresponsables que han dado todo tipo de facilidades al nacionalismo en su labor de sabotaje a la democracia quieran ahora hacer ver que aquí no pasa nada, que se trata de una rabieta que ellos pueden solucionar a base de diálogo y pedagogía.


Hacemos mal en menospreciar a nuestro enemigo. El nacionalismo cuenta con ingentes medios económicos y propagandísticos. Pero sobre todo, tiene de su parte la impunidad de quien está seguro de que su la parte contraria no está preparada para hacerle frente.


Juan Armuñés.

Catalunya, septiembre 2017.




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