Los Estados no se fundan mediante la suma de opiniones, ni por contraste de sentimientos ni por aclamación popular sino mediante un proceso histórico de apropiación del territorio. Una vez fundados, los estados defienden su pervivencia frente a otros estados y frente a su propia disgregación mediante los mecanismos coercitivos de los que disponen. Si un Estado no ejerce sus funciones, deja de existir o es absorbido por otros. No hay estabilidad sino cofrontación constante en la biocenosis formada por las sociedades políticas.
Para plantar cara a un enemigo como el nacionalismo hay que conocer sus orígenes, sus causas y su situación actual. Es inútil despreciar o quitar importancia a quien, con un inmenso aparato propagandístico, persiste en su postura de desafío integral a la soberanía nacional. Tampoco es garantía de victoria resguardarse en predicciones, futuribles basados más en el voluntarismo que en hechos que puedan contrastarse.
La defensa de nuestra Nación debe basarse en el profundo conocimiento del concepto mismo de Nación, de soberanía y de las raíces de nuestra historia. España, más que una organización política temporal, es un portentoso proyecto histórico que siempre se ha definido frente a aquellos que pretendían negarla. Por tanto, frente a la propaganda hay que estudiar y pensar mucho en los argumentos que se emplean.
Nos hemos de sacudir de encima esta capa de ignorancia y pereza inoculada desde la academia y desde los medios de comunicación. Pero sobre todo, hemos de prescindir de la clase política que, en su putrefacción, ha entregado el poder de decisión a nuestros peores enemigos.
Este es el camino más incómodo pero el único que nos puede llevar a una defensa sólida y rigurosa de nuestro marco de convivencia.
Juan Armuñés.
Catalunya, septiembre 2017.