Llamo desfiguración a la caricatura que algunos realizan para descalificar al nacionalismo. Han surgido multitud de páginas , blogs y nuevos medios que con desigual acierto se dedican a denigrar y a exagerar los vicios del llamado independentismo.
No es infrecuente que, en el fragor de la polémica, se utilicen calificativos muy corrientes hoy en día como “fascista”, “totalitario”, “nazi”, etc… Ni que decir tiene que de la misma manera que estas palabras gruesas (aunque casi siempre vacías de contenido) circulan hacia allá, vuelven hacia acá rebotadas en forma de las no menos habituales “facha”, “franquista”, “españolista”….
Siendo benévolo con estas divertidas organizaciones, diré que en la mayoría de ocasiones le hacen el caldo gordo al oponente y crean un diálogo de sordos a base de un lenguaje tosco e inútil que no aporta nada nuevo ni sirve para fortalecer los argumentos constitucionalistas.
A continuación haré una serie de afirmaciones que sonarán extrañas: En Catalunya, hoy por hoy, no existe una situación de apartheid, ni hay enfrentamientos callejeros ni vivimos una opresión policial propia de una dictadura bananera (de momento). El peso de la ideología nacionalista bastarda y cateta se deja sentir de una manera más sútil en forma de silencios y censuras autoimpuestas. Por ejemplo, merced al consenso de la partitocracia local y a la tolerancia de los jueces, nuestros hijos pierden lo mejor de su tiempo escolar aprendiendo a la perfección una lengua cuyo única funcionalidad es servir para la construcción de una pretendida nueva identidad. Pero no vivimos en un estado fascista: el fascismo es otra cosa; el fascismo hoy en día no existe más que en su veritente peronista sudamericana.
Exagerar y caricaturizar las situaciones como se hace en algunas páginas de intenet le resta credibilidad a las críticas. Crear guiñoles monstruosos del oponente lo único que hace es humanizarlo y entrar en su juego de descalificaciones. No se trata de echar por tierra el buen trabajo de mucha gente ni de renunciar al sentido del humor pero cuando criticamos el sistema educativo catalán deberíamos pensar si el modelo extremeño, cántabro o murciano son mejores. Si no son todos ellos el depauperado resultado de la educación impartida desde las autonomías.
No está mal criticar los tics totalitarios de los partidos nacionalistas pero no debemos perder de vista que en las instituciones centrales se ha alentado y mimado el crecimiento de un partido financiado por potencias extranjeras cuyo único fin es actuar de catalizador en el proceso de desmembración nacional (hablo de Podemos naturalmente).
Los medios y la red reducen la discusión política a un chabacano intercambio de chistes que aluden habitualmente a lo menos importante, a aquello que destaca por su tosquedad. El trazo grueso de los graciosillo oficiales acostumbra a dejar de lado las raíces del discurso que origina el problema.
El humor y el sarcasmo forman parte de nuestro carácter. Actúan muchas veces como fuerzas sublimadoras de tensiones subyacentes a las relaciones humanas. Pero de la parodia al insulto hay una borrosa línea a través de la cual se entra en la pocilga de nuestro contrincante y se acaba comiendo de su mismo dornajo.
Si el debate de la pervivencia de nuestro país desciende al circo mediático, serán los payasos profesionales los que decidan al final sobre nuestro destino.
Juan Armuñés.
Catalunya, septiembre 2017.