El día en que España entró en la Unión Europea (o en Europa como dicen algunos), nuestra nación se transformó en una democracia homologada y por lo tanto quedó blindada contra cualquier ataque interno o externo. En otras palabras: 


“la UE no permitiría nunca la secesión contra uno de sus socios ya que va contra sus estatutos internos”. 


Este yo creo que es uno de los argumentos más utilizados y escuchados. Y sin embargo es tan débil y tan escasamente contrastable como los demás.

La UE es una entidad compleja que aspira a ser un estado conferederado, pero todavía no lo es. De hecho, nadie sabe muy bien lo que es la UE. Un mercado, una sociedad de naciones amigas que tienen tratados , una moneda en común, un espacio de libre circulación.


Los funcionarios de Bruselas han sido siempre tajantes en el sentido de que Cataluña quedaría fuera de la UE inmediatamente. Pero más difícil es decir qué pasaría con todos los que, hoy por hoy, somos ciudadanos europeos de pleno derecho. ¿Cómo se privaría a seis o siete milones de personas de sus derechos de ciudadanía?. Una vez más la respuesta es que no hay precedentes.


Como modelo podemos evocar el Brexit, aunque no es totalmente extraploable. Todos dábamos por hecho que los ingleses no se atreverían a abandonar la UE ya que esto iría en contra de toda lógica. Pero la democracia “plebiscitaria” habló y la mayoría decidió salir. Y desde entonces se ha iniciado un complicadísimo proceso de negociación para discutir los términos de la separación; nadie sabe cómo acabarán estas negociaciones. Pero de expulsión directa y de aislamiento inmediato nada; al contrario, todo son buenas palabras para buscar soluciones que satisfagan a ambas partes.


Las naciones que conforman la UE conservan parte de soberanía y no se comportan de manera unánime en temas de política internacional. Como han hecho siempre, cada una mira por sus propios intereses. No sería de extrañar que, pasada la rabieta inicial, algún amigo europeo, comenzara a dialogar bajo la mesa para obtener ventaja de nuestra desgracia o sencillamente para perjudicar nuestros intereses.


Y luego están el resto de países que no pertenecen a la UE, comenzando por ejemplo por Reino Unido o por los propios Estados Unidos. No olvidemos que la expansión norteamericana comenzó a realizarse a costa de atacar nuestras provincias caribeñas y las islas filipinas. Hay que ser muy ingenuos para pensar que los EEUU (que consintieron la ocupación del Sahara en 1975) van a seguir a pies juntillas las recomendaciones del íntegro canciller español de turno y no van a reconocer antes o después al joven y democrático estado catalán. Los hechos más recientes acontecidos en los Balcanes irían más en este sentido que en el que nosotros queremos imaginar.


En resumen, combatir el golpismo catalán con argumentos europeístas obedece a nuestro ancestral complejo de inferioridad con respecto a eso que llamamos Europa. Pero no es necesario recurrir a otros para defender lo que se defiende por sí sólo. España siempre ha sido Europa; de hecho es la más europea de todas las naciones. Y nuestra buena relación con el club de la UE no debe ser una excusa para quienes rehuyen plantar una batalla teórica directa a ese manojo de mentiras históricas que es el nacionalismo.


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